domingo, 18 de noviembre de 2012

"Los sueños son esbozos del deseo"



Contando las gotas de lluvia. Falta poco para el amanecer, y el momento culmen de esta realidad se degrada. El cielo aún oscuro y la luna ya en una parte baja, llenan el valle de una luz plateada que al chocar con la lluvia crea un espectáculo de luces. Desde la venta observo el fenómeno que atrae a mi mente a soñar. Frotando los ojos desaparece el deseo, y una melodía titubeante aparece. Extrañado observo la luna, su momento final ya está cercano y el cielo antes negro se va tornando en azul, una escala de azules que recuerdan lo rápido que todo desaparece. La música ahora más intensa, se vuelve lírica y una nueva luz naranja rojizo se adentra por el este. Conforme llegan los primeros rayos de sol algo desaparece, al principio cosas pequeñas e imperceptibles pero con el tiempo árboles, rocas, y el propio océano. Sólo queda esta pequeña hilera de casas. Me aparto con miedo de la ventana intentando huir de los mortíferos rayos que acaban con todo a su paso, cruzo la casa con ansias de ocultarme en la oscuridad de la Luna y el oeste. Salgo corriendo por la puerta trasera mientras las paredes más expuestas se transforman en una ceniza brillante color violáceo y la luna, antes grande y vigorosa, ha desaparecido completamente del valle, su oscura y protectora presencia ya no están. Poco a poco los últimos detalles de las casas que aún quedaban en pié desfallecen conforme los rayos solares llegan hasta mí, y ya no hay sombra en la que cobijarse, siento algo en mi interior, un frio que no va acorde con la luz que me atraviesa. De repente, unos pequeños desgarros indoloros de mi piel y la ropa dejan ver lo que hay al otro lado, volviéndome translúcido, invocándome a unirme a la nada. Caigo en el suelo, este es el fin, de nada servirá seguir huyendo y ya no hay sombras que me refugien. Me abandono a desaparecer ya no queda mucho, no puedo ver mis piernas, ya no están, ni el torso, ni las manos. Caigo de repente, cierro los ojos para contrarrestar el vértigo. Y al abrirlos, todo está como siempre. El sol ha salido, es la hora de levantarse y empezar un nuevo día. ¡Lo que hacen los sueños! La mente puede ser despiadada cuando dormimos. Los sueños placenteros pueden transformarse súbitamente en la pesadilla más enloquecedora inimaginable. Pero… aunque lo haya pasado mal, muchas veces desearía seguir allí, en ese mundo que es mi mente relajada, donde todo es inofensivo, aunque no lo parezca, donde vivo y muero en el  mismo tiempo, donde hablo y canto al relatar mis cuentos y donde, si me diese cuenta de que duermo, podría controlarlo todo con los pensamientos.

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